OMELETTE DE LAS GALIAS: un almuerzo dominical

26 08 2011

Autor: Marisol Zimbrón

De creación propia, reciente y original, les comparto esta sencilla receta.

INGREDIENTES (por persona):
-2 huevos
-2 rebanadas delgadas de Queso Brie
-1 cdita. De Alcaparras
-Mostaza de Borgoña (o de Dijon)
-Sal y pimienta al gusto

PREPARACION:

En una sartén precalentado con un poco de aceite de oliva se vacían los dos huevos previamente batidos. A fuego medio se deja cocer la capa inferior y, aun con el centro tierno, se colocan las rebanadas de queso Brie y las alcaparras previamente enjuagadas (para quitar el exceso de sal) y picadas fino.

Se agrega sal y pimienta al gusto. Se dobla la tortilla para formar el omelette y se tapa a fuego lento durante un par de minutos para que el queso funda.

Se retira del fuego cuando el huevo este tan tierno o cocido como se desee y se emplata.

Posteriormente se unta mostaza al gusto y se sirve caliente.

Se acompaña con una copa de vino rosado seco bien frío (12 centígrados)

¡Bon Appetit!





EGIPTO: Apetito entre pirámides

25 08 2011

De la memoria de mi vida… y de mi ordenador, rescato este artículo que escribí a raíz de mi viaje a Egito en el año 2004 y que posteriormente fue publicado en la revista GULA No.07, Año 2 de Septiembre-Octubre 2007 (Págs. 39 a 47)

 

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EL CAIRO, EGIPTO. Egipto atrae por su historia, por la inquietante antigüedad de sus monumentos y, para el glotón aventurero, por las texturas, los aromas y los sabores de su tierra, que toman la forma de sugerentes platillos. A pesar de que en la actualidad la vista de la Esfinge puede toparse con un Pizza Hut y que Macdonald´s ha inventado la McFalafel, Egipto sigue conservando las tradiciones de su cocina.

Internarse en El Cairo

El Cairo antiguo, con sus calles angostas y sus sencillas casas de piedra, sus bazares y sus casi 400 mezquitas, contrasta fuertemente con el Cairo nuevo: amplias avenidas, grandes edificios, lujosas zonas residenciales, modernos centros comerciales. Entre la parte antigua y la nueva, está la “Ciudadela” construida por el sultán Saladino en 1177. Y a penas a diez kilómetros del centro, las orgullosas pirámides de Guiza; tras ellas, el Sahara. Y en cada rincón, desde la Heliópolis a Khan Al Khalili, el bazar de raíz otomana, las opciones culinarias más variadas se multiplican.

La gastronomía egipcia no niega las influencias de todas las culturas que a lo largo de los siglos han pasado por las fértiles tierras del Nilo. Otomanos, libaneses, palestinos, sirios, magrebíes e ingleses dejaron aquí parte de sus tradiciones culinarias. Una buena opción para comenzar a explorarlas es Egyptian Nights, restaurante lounge del Marriott Omar Khayyam. Dos mujeres que cuecen pan egipcio en un gran comal de barro te dan la bienvenida al local. El chef es el amable y una de sus especialidades es el mezze: entremeses variados dentro de los que destacan el hummus de garbanza y un excelente tabule, la tradicional ensalada de sémola de trigo. Tampoco hay que perderse el feteer meshaltet, una especie de pizza que se come con queso o miel. Detalle curioso: entre las mesas, un hombre con un extraño garrafón y varios vasos de vidrio ofrece karkadé, bebida tradicional de Egipto… y de México: es agua de jamaica. Al final de la cena vale la pena sentarse en los sillones exteriores y disfrutar de una shisha (las altas pipas del Medio Oriente) bajo el espectacular cielo del desierto.

Pero para aquellos que prefieren los lugares lujosos, la Isla Zamalek, en el centro del Cairo y en medio del Río Nilo, ofrece una amplia gama de restaurantes de todo tipo de comida típica e internacional. Ahí está, por ejemplo, Abu el Sid. Comer aquí es una experiencia interesante desde el principio: basta con dejarse llevar por la decoración de tipo Las mil y una noches, que ni por un momento permite olvidar donde estamos; grandes tapetes, lámparas de cobre y ventanas decoradas con mashrabiyya, un fino trabajo en madera utilizado originalmente para permitir a las mujeres ver lo que ocurre fuera sin ser vistas. De su amplio menú hay que tener presentes la reconfortante sopa de lenteja amarilla y la harira o sopa de ramadán, que lleva jitomate, lentejas, garbanzos, huevo y un poquito de cordero. El baba ganoush, puré de berenjena asada a las brazas sazonado con tahini (pasta de ajonjolí) y jugo de limón, es delicioso. Y al final, un baklava, pastel de nuez en delgadas láminas de pasta filo y bañado en miel, y un café turco, endulzado y aromatizado con cardamomo y lavanda, ambas aportaciones otomanas a la gastronomía local.

De regreso a la ciudad, las interminables fonditas de Khan Al Khalili ofrecen una cocina típica, económica y de sorprendente calidad. Hay que perderse en ellas y probar, a la hora indicada, el koshari, un almuerzo popular en el Cairo: fideos con lentejas, arroz, cebolla y salsa de jitomate, platillo que llegó a Egipto proveniente de la India pero traído por los ingleses Si decides dedicarle un día entero a esta zona tendrás la oportunidad de descubrir joyas arquitectónicas, históricas, religiosas y culinarias que se esconden en los alrededores del ajetreado bazar.

Y así, con el estómago en plena excursión y el cerebro colmado de historia y antigüedad, se puede tomar un crucero por el Nilo: una experiencia que permite conocer los lugares más significativos del país, el ambiente y el estilo particular de su gente, sus costumbres y su gastronomía. Los puntos principales de estos recorridos suelen incluir Luxor, Aswan, Abu Simbel, Philae, Edfu, Esna y Kom Ombo.

Aswan, Luxor, Karnak

Famosa por ser uno de los lugares más secos del mundo, Aswan está en el extremo sur del Nilo. No hay que dejar de recorrer su cornisa o malecón, una hermosa calle de fuentes, ni de visitar el 1902, restaurante del hotel Old Cataract. Aunque su carta es principalmente de comida francesa, bien merece una visita para conocer el lujoso edificio victoriano que alojó a Agatha Chrisitie durante su estancia en Egipto, donde escribió su novela Muerte en el Nilo y donde posteriormente se filmaría parte de la película del mismo nombre.

Luego, el crucero parará en Luxor: la llamada “ciudad de las mil puertas” con sus templos y sus vertiginosas, colosales, estatuas de Ramsés II Imposible perdérselas. Después acaso para recuperarse de la descomunal impresión, se puede comer al aire libre en el hermoso Mahrab Arabic Restaurant, ubicado en el Jardín Nilo del Hillton Resort & Spa, en la villa gemela de Karnak. Su shish kebab (brocheta de carne a las brasas), platillo probablemente introducido en Egipto en el siglo VII por tribus árabes, y su mezze, en especial el keppe crudo, son deliciosos. También en Luxor, en el Mövenpick Jolie Ville Hotel, de la Isla Cocodrilo, está el Fellah´s Tent, otro restaurante al aire libre que ofrece platillos tradicionales como el fatush, una refrescante ensalada de pepino, jitomate, cebolla, verdolaga y aceitunas, o como el cous cous, de influencia magrebí.

El aficionado al “color local” (como es mi caso) hará bien en visitar, en la zona del templo de Kom Ombo, un famoso aunque anónimo y solitario café, típico tendejón árabe, decorado con tapetes en el suelo y en las paredes y con unos cojines alrededor para acomodarse y beber un té a la menta o un café árabe mientras se fuma una shisha, se charla y los músicos ambulantes incitan a bailar al ritmo de tambores, violines árabes y flautas.

Alejandría

Vigorosamente retratada por Lawrence Durres y cantada por Shakespeare y el poeta Kavafis, Alejandría está en el extremo norte del Nilo, donde finalmente el río desemboca en el Mediterráneo, y aunque se ve envejecida aún conserva rastros de la majestuosidad de antaño. La visita a sus ruinas romanas y su magnífica biblioteca (la más grande del mundo), moderna, impresionante, es algo que ningún viajero debería perderse.

Como buen puerto marino, Alejandría es famosa por sus pescados y mariscos. Y Kadoura es un perfecto lugar para comprobarlo. Se trata de un restaurante para locales, la comida es deliciosa y el servicio atento y amigable. Todos los lugareños conocen su ubicación así que es fácil llegar con sus indicaciones: está frente al malecón, aproximadamente dos cuadras antes del mercado de pescados.

Biblioteca de Alejandría

La aventura culinaria la iniciará el comensal eligiendo el pescado y los mariscos que se quiera comer, tal y como si se encontrara en una pescadería. Posteriormente indicará al cocinero si los quiere asados, fritos o a la cacerola y con qué preparación. Mientras el platillo es cocinado, los meseros llevarán a la mesa gran variedad de mezze, que convierten una simple comida en un gran banquete, a precios muy accesibles. Un posible defecto: la ausencia de bebidas alcohólicas, y aunque seguramente una cerveza o un buen vino blanco se antojarían para refrescar y acompañar la comida, conviene recordar que estamos en un país musulmán.

Además de restaurantes como Kadoura no hay que eludir las perfumerías, las tiendas de prendas de algodón, los bazares, los museos, los templos, las zonas arqueológicas y todo lo que este país puede ofrecer al visitante. Cada día es un descubrimiento, y en cada lugar aguarda una sorpresa. Alejandría es digno final de un viaje del que se regresa con los ojos invadidos de imágenes ancestrales, el espíritu lleno de una energía plena y el paladar impregnado de sabores trabajados durante siglos en las rutas de África y el Medio Oriente.

Abu el Sid: 157 Sharia, Zamalek. Tel: 2027359640

 

Marriott Omar Khayyam: 16 Saray El Gezira street, Zamalek. Tel: 20227283000

 

Marhaba Arabic Restaurant: Tel: 20952374933/97

 

Mövenpick Jolie Ville: Crocodile´s Island, Luxor. Tel: 20952374855

 

Kadoura: Cornisa, Alejandría (frente al malecón)





LA SIDRA: “Tesoro líquido” de Asturias

20 08 2011

 

Vamos a la sidra

A pie de un tonel de sidra

Se alegran los corazones

Porque en la sidra no caben

Mas que rises y canciones…

El que non beba la sidra

Esi non ye asturianu.”

Así reza la letra de una canción popular, una canción de aldea y chigre, dedicada a la bebida insigne del Principado de Asturias: La Sidra.

Una bebida producto de la fermentación del mosto de manzana que, a través de los siglos, ha ido siempre de la mano de la historia y evolución de Asturias, su identidad y su gente, constituyéndose su producción y consumo en pasión y tradición.

Alrededor de la Sidra existe toda una cultura que siempre se asocia a la celebración y que hoy se extiende más allá de sus fronteras en las comunidades asturianas del mundo y como atractivo turístico en su propio territorio por el que se extiende “La Ruta de la Sidra”.

 

 

Probablemente el origen de la palabra sidra procede del griego sikera – σίκερα- procedente del hebreo secar que significa licor y que era utilizada para designar cualquier bebida que no fuese vino y que en Asturias, en algún momento se convirtió en el vocablo que nombra exclusivamente a la bebida alcohólica, de baja graduación alcohólica, resultante de la fermentación del mosto de manzana.

Para los celtas –antiguos pobladores de la región astur-, el manzano era símbolo de amor y suerte.

Estrabon y Plinio –ambos romanos- dejaron patente en sus escritos la abundancia de la manzana, en contraposición con la uva y la cebada, en el territorio asturiano, y la costumbre de su gente de beber, cotidianamente, una bebida a la que llamaban “zytho”, reservando el consumo de vino y cerveza para celebraciones especiales. Esto sitúa la costumbre de elaborar y consumir sidra aún antes del inicio de la era Cristiana en lo que a los territorios astur-celtas atañe.

Romanos, galos, germanos, moros, etc. transitaron por estas tierras, y la tradición de la Sidra siguió viva y floreciendo y es así que la Sidra aparece en infinidad de documentos y menciones de la Edad Media.

Con el avance de los siglos y la evolución de las costumbres, el consumo de Sidra quedó limitada a ciertas festividades y romerías, dando paso al consumo cotidiano del vino, a la inversa de lo que hacían los ancestros celtas en la época de la Hispania romana.

Pero la Sidra sigue siendo la reina, la insignia, el símbolo de la gastronomía asturiana junto con gran cantidad de productos autóctonos y de gran calidad. Las imágenes de la botella, el vaso, las manzanas, el escanciador, el tonel… son típicas en guías, calcomanías, bordados, camisetas y gran cantidad de artículos decorativos y turísticos.

La sidra se bebe en los bares, las tabernas, las casas y ha fomentado la creatividad en todos sentidos, desde la industrial –en el diseño y fabricación de infinidad de artefactos para su servicio y consumo- hasta la artística –reflejada en pintura, escultura, fotografía, música, literatura…-.

“Asidras” dicen algunos en broma refiriéndose a “Asturias”, sarcasmo creativo que refleja el arraigo de la Sidra en la identidad del asturianu de ayer, de hoy y de siempre –a pesar de que el cantante Nuberu diga en su canción “Ser Asturianu”: “Ser asturianu nun ye dir con montera picona nin saber echar bien la sidra nin xubir a Covadonga…”-.

Nuberu tiene razón, ser asturianu es más que vivir la tradición… pero vaya que esta es importante.

Y en ese sentido, en conjunto con las labores del Gobierno del Principado de Asturias, universidades y organizaciones, la Fundación José Cardín Fernández  y todo su equipo, de la mano de su actual director Don Víctor Fernández Coalla se han dado a la tarea –entre muchas otras actividades de difusión cultural- de editar libros especializados en elementos distintivos del Patrimonio Histórico Artístico de Asturias, dentro del que, evidentemente, se halla la Sidra.

Así fue que el pasado viernes 29 de julio en Villaviciosa (Asturias, España), Inaciu Hevia Llavona presentó su libro “Sidra y lagares tradicionales en tierras de Maliayo” (editado por la Fundación José Cardín Fernández –con una calidad estupenda-), una magnífica obra en la que, a través de fotos sensacionales y textos interesantes se recopilan historia, agricultura, arquitectura, procesos de fabricación, consumo, tradición y situación actual en torno a la Sidra.

El libro es una joya, una delicia de lectura y un gusto a la vista. Aún más lo fue la experiencia vivida durante la presentación del mismo que inició en la sede de la Fundación Cardín (ubicada en la calle Eloisa Fernández #2, Villaviciosa)  y desde donde acudimos a visitar “El Llagar de Tano” en Tueru, Oles. Ahí su dueño, Tañu de 76 años, recibió a los organizadores y a los aproximadamente 10 periodistas que acudimos al evento. Jovial nos mostró el llagar de  1905, de piedra con muy pequeñas y escasas entradas de luz y ventilación, sus toneles, barricas, botellas, descorchador, y todo el equipo con el que aún hoy en día fabrica la sidra casera destinada exclusivamente al consumo de amigos y familiares y uno que otro afortunado, como yo, que tiene el privilegio de visitarlo.

Inaciu Hevia Llavona en la presentación de su libro "Sidra y lagares tradicionales en tierras de Maliayo"

El llagar de Tañu

Siempre sonriente descorchaba y escanciaba una tras otras las botellas de sidra, animando a los presentes a degustarla mientras Inaciu Hevia hacía la presentación formal de su obra alternando con los agradables comentarios y anécdotas de Tañu.

Tano -Tañu- llagarero

Posteriormente, el evento finalizó con una estupenda comida en “El Verano Argüeru” (Lugar Cabriton, S/N, Arguero 33314 -Maliayo/Villaviciosa- Asturias) donde se entabló una charla interesante entre todos los asistentes, dentro de los cuales se encontraban Víctor Fernández (con su muy agradable padre Don José Manuel Fernández), Miguel Llano, Felipe Escudero, José Sima-jefe de fotografía deldiario El Comercio) y el propio Inaciu Hevia, entre otros. Y por supuesto, la Sidra y la camaradería que a su alrededor se forma, no pudieron faltar.

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A continuación les comparto el dossier de prensa que la Fundación José Cardín Fernández nos facilitó. En él encontrarán información específica sobre este magnífico libro que amablemente me firmó el autor y que en mi vuelo de regreso a México tuve oportunidad de gozar su lectura y, por tanto, con vasto conocimiento de causa recomiendo, a todo el interesado en el tema, disfrutar de un magnífico viaje por las páginas de “Sidra  lagares tradicionales en tierras de Maliayo”

“SIDRA Y LAGARES TRADICIONALES EN TIERRAS DE MALIAYO”

Autor: Fundación José Cardín Fernández

La Fundación José Cardín Fernández edita un exhaustivo trabajo que ayuda a comprender más de mil años de cultura de la sidra en el Principado de Asturias

 

 

La Fundación José Cardín Fernández ha editado esta detallada y cuidada edición de la que es autor el experto Inaciu Hevia Llavona y que, aunque centrada en la comarca maliaya, es un reflejo de algo inherentemente unido a la cultura asturiana: la sidra.

Más concretamente, el libro abarca desde los primeros datos, con la célebre cita del geógrafo griego Estrabón, que entre los años 29 y 7 antes de Cristo escribió de los Ástures, de quienes afirmaba que tenían su propia bebida “pues tienen poco vino”, hasta la más reciente producción industrial, ya más centrado en la zona maliaya.

El libro, prologado por Víctor García de la Concha, presidente de la Fundación José Cardín y ex director de la Real Academia Española, incluye documentos inéditos, censos históricos, multitud de datos y valoraciones del origen del mundo de la sidra tanto en Asturias en general como en la actual Comarca de la Sidra, antiguo territorio de tierras de Maliayo.

Los documentos más antiguos conocidos conservados en Asturias datan del año 780, del Monasterio de Oubona (Tineo) que cita la sidra entre las bebidas que debían facilitarse a los siervos, y el pacto monástico de San Vicente (Oviedo), del 781, conde ya se citan plantaciones de “pumares”.

Los llagares se mencionan en algunos documentos bajo las formas “lacare”, “lagare” y “lacatare” desde el año 870, si bien posteriormente se generaliza la palabra llagar, que se utiliza tanto para la prensa (necesaria para estrujar la manzana) como para el edificio donde ésta se ubica, así como para el lugar en el que se fabrica, fermenta, almacena y, en muchas ocasiones, también se consume la sidra, con todas las dependencias y útiles necesarios para ello.

A pesar de que consta la existencia inicial de numerosos “pumares” en la zona occidental de Asturias, con el tiempo en el centro y el oriente de Asturias fueron creciendo estas explotaciones. Ello fue en muy gran parte sustentado por las órdenes monásticas, como la de San Bartolomé de Nava y cenobios como los de San Salvador de Valdediós, Santa María de Villamayor, Soto de Dueñas de Parres, etc., aunque también por productores privados.

La cultura de la sidra

El libro de Hevia Llavona repasa toda esta apasionante historia del mundo de la sidra y su importante desarrollo en los siglos XVII y XVIII, cuando los “pumares” sustituyeron en parte a algunos cultivos de cereal.

 

“Sidra y Lagares Tradicionales en Tierras de Maliayo” incluye también un capítulo dedicado a la materia prima, con los tipos de manzanas sus nombres populares, cuidados, enfermedades, etc., las tipologías de llagares y el proceso de fabricación.

Además analiza las formas del consumo de la sidra y abunda también en un serio y documentado estudio sobre el patrimonio etnográfico.

Datos y censos de llagares

Este cuidado libro incluye además dos importantes apéndices:

• El apéndice I recoge un amplio glosario de términos y expresiones asturianas referidas a la sidra y su proceso de elaboración.

• El apéndice 2 incluye abundante información documental histórica facilitada por Senén Rivero Cueto a la Fundación:

  • Un censo de 1876 de productores de sidra en el concejo de Villaviciosa. resultado de una consulta realizada por el Ayuntamiento de Villaviciosa a través de los alcaldes pedáneos de las diferentes parroquias. En él aparecen los nombres de todos los que poseen «artefautos de labrar sidra», distribuidos por parroquias y, en algunos casos, se incluye algún dato más como la tipología de los lagares.

• Este 2º apéndice incluye también los datos sobre producción sidrera contenidos en Villaviciosa y su Progreso, de 1928, en el que se recogen, parroquia a parroquia, el número de pumaradas, las cantidades de litros de producción y lo que es más importante, la relación pormenorizada de todos los lagareros con su producción particular.

El autor

Inaciu Hevia Llavona (Xixón, 1965), vinculado familiarmente a Villaviciosa, Colunga y Cabranes, es miembro de la Fundación Belenos de estudios etnográficos, y del consejo de redacción de su revista “Asturies, memoria encesa d’un país”, donde ha publicado, desde 1997, diversos artículos de temática, principalmente, etnográfica.

Es autor, asimismo, de varios trabajos de investigación toponímica, premiados y publicados por la Academia de la Llingua Asturiana, como son: “Toponimia de Torazu, Cabranes” (2002), “Toponimia de La Isla’l Moral, Colunga” (2004), y “Toponimia de Gobiendes, Colunga” (2006).

El estudio de la cultura tradicional asturiana, a través sobre todo del trabajo de campo que viene desarrollando desde hace más de diez años, a lo largo de toda nuestra geografía, ha desembocado en la publicación de las siguientes obras: “Les Paneres de Maliayo” (2004), “Arte Popular Asturiano” (2005), del que es coautor junto con Alberto Álvarez Peña, y “Sidra y Llagares Tradicionales Asturianos” (2006).

Escritor, tanto en asturiano como en castellano, es también colaborador de la revista “La Sidra”, y autor de diversas entradas de la “Enciclopedia de Cabranes”, coordinada por José Antonio Mases y editada bajo los auspicios del Ayuntamiento de Cabranes.

La Fundación José Cardín Fernández que ya ha cumplido sus primeros diez años desde su fundación, acrecienta una vez más con la edición de esta obra, su apuesta decidida por la cultura del concejo de Villaviciosa, extendida en esta ocasión –por el carácter de esta obra y la vinculación de la sidra a la zona circundante- a toda la Comarca de la Sidra.

FUNDACIÓN JOSÉ CARDÍN FERNÁNDEZ

Calle Eloísa Fernández, 2    –   Villaviciosa

Tfno.- 985 89 29 38





De Camino por Santiago de Compostela

5 08 2011

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Asturias comienza a amanecer nublada y orbayando.

Poco antes de las 7am me encuentro ya en el autobús  que habrá de llevarme de Asturias a Galicia, travesía motivada por mis ganas de volver a Santiago de Compostela y, en esta ocasión, disfrutar de las fiestas del Santo Apóstol; es 25 de julio.

Son casi cinco horas de trayecto, afortunadamente el Autobús ALSA SUPRA es bastante cómodo y avanza a buen ritmo por la Autovía del Cantábrico, pasando por Gijon, Avilés, Candás, Luanco, Cudillero, Las Dueñas, Cadavedo, Piñera, Barcia, Almuña, Luarca -con su imponente cementerio en un risco de cara al mar-, Ribadeo, Lugo, Betanzos, A Coruña, Ferrol…

Después de Avilés la Autovía Cantábrica no sigue de continuo, y se alterna por carreteras más pequeñas y pintorescas.

En Muros del Nalon los primeros letreros del «Camino de Santiago«, correspondientes a la Ruta del Norte y el Camino Antiguo.

A partir de Gijon y prácticamente durante gran parte del trayecto a mano derecha el majestuoso mar Cantábrico se extiende bajo sus altos riscos bañados por las olas.

El camino contiene a cada paso hermosos paisajes: montañas arboladas y elevadas, valles verdes, poblados pintorescos, ríos, neblina, sol, rebaños, campanarios e iglesias, largos túneles por entre los montes y mas.

La ruta entre Asturias y Galicia, como prácticamente toda España, ofrece al curioso infinidad de sitios por descubrir.

Afortunadamente, prácticamente en todos los puntos del camino -incluso los mas recónditos, creanlo- podrán encontrar Apartamentos de Turismo Rural, Hostales y Hoteles hasta de 3 estrellas, restaurantes, bares, mesones, actividades, etc. Así que, de poder desviarse, les garantizo que sera toda una aventura que valdrá la pena.

Y cuando los Hórreos dejan de ser parte del paisaje y en su lugar encontramos los Piornos -«hórreo gallego» mucho mas angosto y alargado que el asturiano-, ¡Estamos ya en Galicia!

Al igual que su hermana Asturias, me recibe una Galicia completamente lluviosa y nublada que, afortunadamente, fue abriendo conforme nos aproximabamos a Santiago de Compostela que disfrutaba de un cielo totalmente azul y soleado.

Ahí la gente abarrotaba las calles del casco viejo, particularmente frente a la Catedral -celebrando su 800 aniversario y padeciendo el misterioso robo del Códice Calixtino-, en la Plaza del Obradoiro donde, a mi llegada, esperaban ya el paso de la procesión del Patronato del Apóstol Santiago y la ofrenda Nacional al Apóstol en la Catedral.

Mas tarde, alrededor del medio día, los Gigantes y Cabezudos, acompañados por gaita y tambor -tocados por dos viejillos encantadores- hacían su pasacalles desde la Plaza de la Quintana hasta la entrada de la Catedral que, en misa, estaba a reventar entre peregrinos y turistas de todas partes del mundo. El calor era intenso, pero el aroma del incienso del Botafumeiro impregnando el ambiente y la energía emanada por los asistentes, la solemnidad de los curas, y la alegría y elegancia del coro, hacían que estar de pie entre tanta gente valiese la pena.

A la hora de la comida restaurantes, mesones, bares y tascas no se daban abasto.

Finalmente, tras recorrer varios sitios que me apetecian por su ambiente, su menú y sus costos, encontré uno que, sobre todo, ¡tenia lugar!

El sitio: Casa Camilo, ubicado casi frente al edificio de Correos en la Travesa do Franco.

De ahí puedo destacar, mas que su ambiente, su amplio y variado menú que abarca desde platillos tradicionales hasta cocina internacional. La calidad de los alimentos es excelente y tienen muy buena atencion para con el cliente. Pero, además, ofrecen una gran variedad de vinos de distintas regiones. Claro que estando en Galicia les recomiendo probar los Albariños y los tintos y blancos del Ribeiro.

Mi comida la inicie con media docena de ostras (ostiones en su concha) frescas y de muy buena calidad, para seguir con una ración de pulpos a la gallega y finalizar con un tazon de caldo gallego. Todo, acompañado por un vino blanco del Ribeiro.

Debo confesar que no llegue al postre, sin embargo tuve ocasión, mas adelante, de probar la tarta de Santiago (denominación de origen, por cierto) y solo puedo decirles que COMER EN GALICIA ES SIEMPRE UNA DELICIA.

Otro muy buen lugar para comer es el Restaurante Central, un sitio mucho mas elegante, con mas estilo que ofrece al visitante cafetería, vinoteca y comedor, y donde vale la pena probar los chipirones a las brasas, la empanada gallega, el caldo gallego, los pulpos, el bacalao y la tarta de Santiago. Pero eso si, en verano y mas durante las fiestas, hay que hacer reservacion.

Otra cosa a tener en cuenta en casi toda España es que las cocinas tienen horarios delimitados para las comidas y las cenas, asi que hay que informarse bien para no quedarse sin comer. Generalmente las comidas abarcan de la 1pm a las 4pm y las cenas inician alrededor de las 8pm.

Después de la comida, y haciendo un calor intenso, decidí dormir la siesta en el hotel en donde, gracias a una excelente promoción de Paradoresescapada joven«, para personas de 20 a 35años; incluye desayuno), me hospede: el Parador/Hostal de los Reyes Católicos que es, sin duda, uno de los mejores hoteles de Galicia. De gran lujo (5 estrellas y categoría GL) e historia, el Hostal -ubicado en la Plaza del Obradoiro- pertenece a la linea de Paradores de España (a los que dedicare un artículo próximamente) y, como todos ellos, esta ubicado en un precioso recinto histórico que data de 1499 cuando se erigió, por orden de Fernando e Isabel, Reyes «católicos» de España, como Hospital Real para albergar a peregrinos. El edificio, dotado de 4 claustros y gran cantidad de salas, salones, pasillos y habitaciones conserva el sabor, la elegancia y la opulencia de la epoca, sin perder las comodidades y los lujos de la actualidad (incluyendo Wi-Fi gratuito).

Ya por la tarde-noche salí de nuevo para mezclarme con el río de gente que continuaba rondando por el casco antiguo de Compostela.

Encontré un supermercado y decidí hacerme de víveres para la cena: unas aceitunas rellenas de anchoas, espárragos, chorizo, queso, pan y vino.

Tras dejarlos en mi habitación me dirigí a la Plaza de la Quintana, donde las escaleras comenzaban a llenarse de gente que tomaba su sitio para asistir al concierto de «Berrogüetto«, estupendo grupo de folk gallego que además compartió escenario con las Pandereteiras de Cantigas e Agarimo haciendo una noche de música y tradición.

Poco antes de la media noche los fuegos pirotécnicos por el 800 aniversario de la Catedral de Santiago dieron inicio al espectáculo de luz y sonido que dotó de vida y movimiento a la fachada de la majestuosa Catedral ante la emoción y los aplausos de los miles de personas que llenabamos la Plaza del Obradoiro.

La noche Compostelana concluía y la culminé con una tranquila cena en mi habitación (en un artículo posterior les compartiré este y otros tips de viaje) para después tener un sueño reparador y, al otro día, seguir disfrutando de Santiago de Compostela.

Al día siguiente, después de disfrutar del excelente bufete que ofrece el Hostal de los Reyes Católicos en el «Comedor de Peregrinos», salí a la calle esperando el colorido desfile de música y trajes regionales por el casco antiguo y hasta la Plaza del Obradoiro.

Posteriormente ingrese de nuevo a la Catedral, aprovechando que la fila para abrazar la estatua de Santiago de Compostela -tradición peregrina- y visitar su sepulcro no era tan grande como el día anterior. Nunca he sido particularmente devota, sin embargo la experiencia de seguir los pasos que miles de peregrinos han dado a lo largo de los siglos es una experiencia cargada de significado y, en todo caso, la máxima que guía mis viajes es simple: «al país que fueres, haz lo que vieres». De tal forma que como viajero uno deja de ser espectador y extraño para volverse participe y experimentar, en alma propia lo que cada cultura y paraje tiene para ofrecer.

Mas allá de lo muy conocido (Catedral, Plazas del Obradoiro, Platerias, y Azabacherias, Palacio de Xelmires, Universidad, Hostal de los Reyes Católicos, etc.) Hay otras iglesias, plazas, parques, edificios, etc. Que vale la pena conocer y que no requieren mas que dejarse perder por las callejuelas del casco antiguo donde, además, el visitante encontrara música y sorpresas a cada paso por esta Ciudad de la Cultura, ciudad de historia, de fe… De magia.

(Un secreto para no perderse: ubíquen la torre mas alta de la catedral y no la pierdan de vista, como si se tratara de la estrella polar)

Visitar Santiago en día de fiesta vale la pena por disfrutar de su ambiente, su música, sus desfiles, gigantes y cabezudos, fuegos artificiales…

Pero para conocerlo y vivirlo, resulta mejor en otra fecha, cuando las calles no están tan abarrotadas y la ciudad no se oculta entre ríos de gente.

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