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Asturias comienza a amanecer nublada y orbayando.
Poco antes de las 7am me encuentro ya en el autobús que habrá de llevarme de Asturias a Galicia, travesía motivada por mis ganas de volver a Santiago de Compostela y, en esta ocasión, disfrutar de las fiestas del Santo Apóstol; es 25 de julio.
Son casi cinco horas de trayecto, afortunadamente el Autobús ALSA SUPRA es bastante cómodo y avanza a buen ritmo por la Autovía del Cantábrico, pasando por Gijon, Avilés, Candás, Luanco, Cudillero, Las Dueñas, Cadavedo, Piñera, Barcia, Almuña, Luarca -con su imponente cementerio en un risco de cara al mar-, Ribadeo, Lugo, Betanzos, A Coruña, Ferrol…
Después de Avilés la Autovía Cantábrica no sigue de continuo, y se alterna por carreteras más pequeñas y pintorescas.
En Muros del Nalon los primeros letreros del «Camino de Santiago«, correspondientes a la Ruta del Norte y el Camino Antiguo.
A partir de Gijon y prácticamente durante gran parte del trayecto a mano derecha el majestuoso mar Cantábrico se extiende bajo sus altos riscos bañados por las olas.
El camino contiene a cada paso hermosos paisajes: montañas arboladas y elevadas, valles verdes, poblados pintorescos, ríos, neblina, sol, rebaños, campanarios e iglesias, largos túneles por entre los montes y mas.
La ruta entre Asturias y Galicia, como prácticamente toda España, ofrece al curioso infinidad de sitios por descubrir.
Afortunadamente, prácticamente en todos los puntos del camino -incluso los mas recónditos, creanlo- podrán encontrar Apartamentos de Turismo Rural, Hostales y Hoteles hasta de 3 estrellas, restaurantes, bares, mesones, actividades, etc. Así que, de poder desviarse, les garantizo que sera toda una aventura que valdrá la pena.
Y cuando los Hórreos dejan de ser parte del paisaje y en su lugar encontramos los Piornos -«hórreo gallego» mucho mas angosto y alargado que el asturiano-, ¡Estamos ya en Galicia!
Al igual que su hermana Asturias, me recibe una Galicia completamente lluviosa y nublada que, afortunadamente, fue abriendo conforme nos aproximabamos a Santiago de Compostela que disfrutaba de un cielo totalmente azul y soleado.
Ahí la gente abarrotaba las calles del casco viejo, particularmente frente a la Catedral -celebrando su 800 aniversario y padeciendo el misterioso robo del Códice Calixtino-, en la Plaza del Obradoiro donde, a mi llegada, esperaban ya el paso de la procesión del Patronato del Apóstol Santiago y la ofrenda Nacional al Apóstol en la Catedral.
Mas tarde, alrededor del medio día, los Gigantes y Cabezudos, acompañados por gaita y tambor -tocados por dos viejillos encantadores- hacían su pasacalles desde la Plaza de la Quintana hasta la entrada de la Catedral que, en misa, estaba a reventar entre peregrinos y turistas de todas partes del mundo. El calor era intenso, pero el aroma del incienso del Botafumeiro impregnando el ambiente y la energía emanada por los asistentes, la solemnidad de los curas, y la alegría y elegancia del coro, hacían que estar de pie entre tanta gente valiese la pena.
A la hora de la comida restaurantes, mesones, bares y tascas no se daban abasto.
Finalmente, tras recorrer varios sitios que me apetecian por su ambiente, su menú y sus costos, encontré uno que, sobre todo, ¡tenia lugar!
El sitio: Casa Camilo, ubicado casi frente al edificio de Correos en la Travesa do Franco.
De ahí puedo destacar, mas que su ambiente, su amplio y variado menú que abarca desde platillos tradicionales hasta cocina internacional. La calidad de los alimentos es excelente y tienen muy buena atencion para con el cliente. Pero, además, ofrecen una gran variedad de vinos de distintas regiones. Claro que estando en Galicia les recomiendo probar los Albariños y los tintos y blancos del Ribeiro.
Mi comida la inicie con media docena de ostras (ostiones en su concha) frescas y de muy buena calidad, para seguir con una ración de pulpos a la gallega y finalizar con un tazon de caldo gallego. Todo, acompañado por un vino blanco del Ribeiro.
Debo confesar que no llegue al postre, sin embargo tuve ocasión, mas adelante, de probar la tarta de Santiago (denominación de origen, por cierto) y solo puedo decirles que COMER EN GALICIA ES SIEMPRE UNA DELICIA.
Otro muy buen lugar para comer es el Restaurante Central, un sitio mucho mas elegante, con mas estilo que ofrece al visitante cafetería, vinoteca y comedor, y donde vale la pena probar los chipirones a las brasas, la empanada gallega, el caldo gallego, los pulpos, el bacalao y la tarta de Santiago. Pero eso si, en verano y mas durante las fiestas, hay que hacer reservacion.
Otra cosa a tener en cuenta en casi toda España es que las cocinas tienen horarios delimitados para las comidas y las cenas, asi que hay que informarse bien para no quedarse sin comer. Generalmente las comidas abarcan de la 1pm a las 4pm y las cenas inician alrededor de las 8pm.
Después de la comida, y haciendo un calor intenso, decidí dormir la siesta en el hotel en donde, gracias a una excelente promoción de Paradores («escapada joven«, para personas de 20 a 35años; incluye desayuno), me hospede: el Parador/Hostal de los Reyes Católicos que es, sin duda, uno de los mejores hoteles de Galicia. De gran lujo (5 estrellas y categoría GL) e historia, el Hostal -ubicado en la Plaza del Obradoiro- pertenece a la linea de Paradores de España (a los que dedicare un artículo próximamente) y, como todos ellos, esta ubicado en un precioso recinto histórico que data de 1499 cuando se erigió, por orden de Fernando e Isabel, Reyes «católicos» de España, como Hospital Real para albergar a peregrinos. El edificio, dotado de 4 claustros y gran cantidad de salas, salones, pasillos y habitaciones conserva el sabor, la elegancia y la opulencia de la epoca, sin perder las comodidades y los lujos de la actualidad (incluyendo Wi-Fi gratuito).
Ya por la tarde-noche salí de nuevo para mezclarme con el río de gente que continuaba rondando por el casco antiguo de Compostela.
Encontré un supermercado y decidí hacerme de víveres para la cena: unas aceitunas rellenas de anchoas, espárragos, chorizo, queso, pan y vino.
Tras dejarlos en mi habitación me dirigí a la Plaza de la Quintana, donde las escaleras comenzaban a llenarse de gente que tomaba su sitio para asistir al concierto de «Berrogüetto«, estupendo grupo de folk gallego que además compartió escenario con las Pandereteiras de Cantigas e Agarimo haciendo una noche de música y tradición.
Poco antes de la media noche los fuegos pirotécnicos por el 800 aniversario de la Catedral de Santiago dieron inicio al espectáculo de luz y sonido que dotó de vida y movimiento a la fachada de la majestuosa Catedral ante la emoción y los aplausos de los miles de personas que llenabamos la Plaza del Obradoiro.
La noche Compostelana concluía y la culminé con una tranquila cena en mi habitación (en un artículo posterior les compartiré este y otros tips de viaje) para después tener un sueño reparador y, al otro día, seguir disfrutando de Santiago de Compostela.
Al día siguiente, después de disfrutar del excelente bufete que ofrece el Hostal de los Reyes Católicos en el «Comedor de Peregrinos», salí a la calle esperando el colorido desfile de música y trajes regionales por el casco antiguo y hasta la Plaza del Obradoiro.
Posteriormente ingrese de nuevo a la Catedral, aprovechando que la fila para abrazar la estatua de Santiago de Compostela -tradición peregrina- y visitar su sepulcro no era tan grande como el día anterior. Nunca he sido particularmente devota, sin embargo la experiencia de seguir los pasos que miles de peregrinos han dado a lo largo de los siglos es una experiencia cargada de significado y, en todo caso, la máxima que guía mis viajes es simple: «al país que fueres, haz lo que vieres». De tal forma que como viajero uno deja de ser espectador y extraño para volverse participe y experimentar, en alma propia lo que cada cultura y paraje tiene para ofrecer.
Mas allá de lo muy conocido (Catedral, Plazas del Obradoiro, Platerias, y Azabacherias, Palacio de Xelmires, Universidad, Hostal de los Reyes Católicos, etc.) Hay otras iglesias, plazas, parques, edificios, etc. Que vale la pena conocer y que no requieren mas que dejarse perder por las callejuelas del casco antiguo donde, además, el visitante encontrara música y sorpresas a cada paso por esta Ciudad de la Cultura, ciudad de historia, de fe… De magia.
(Un secreto para no perderse: ubíquen la torre mas alta de la catedral y no la pierdan de vista, como si se tratara de la estrella polar)
Visitar Santiago en día de fiesta vale la pena por disfrutar de su ambiente, su música, sus desfiles, gigantes y cabezudos, fuegos artificiales…
Pero para conocerlo y vivirlo, resulta mejor en otra fecha, cuando las calles no están tan abarrotadas y la ciudad no se oculta entre ríos de gente.
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